Que claridad de playa al mediodía,
que olor de mar, que tumbos, cerca, lejos,
sí, entre espumas y plantas y azulejos,
Venus renace a la mitología.
Concha de porcelana, el baño fia
su parto al largo amor de los espejos,
que , deslumbrados ciegos de reflejos,
se empañan de un rubor de niebla fría.
He aquí, olorosa, la diosa desnuda.
Nimbo de suavidad su piel exuda
y en el aire se absuelve y se demora.
Venus, esquiva en su rebozo, huye,
su alma por los espacios se diluye,
y sólo -olvido-un grifo llora y llora.
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